La Argentina acaba de iniciar el décimo período de mandato presidencial desde la recuperación de la democracia. El nuevo presidente, Javier Milei, ha anticipado ya diversos lineamientos de su agenda presidencial. Entre ellos, su decisión de implementar una apertura económica internacional y de ejecutar una política exterior de alineamiento con las democracias occidentales capitalistas del mundo.

Lo referido no es un dato menor porque desde hace cuatro años (tras los efectos de tres procesos impactantes: la pandemia de Covid-19, las guerras en Ucrania y Medio Oriente y otras tensiones en materia de defensa en Asia, y los efectos políticos de la aceleración del cambio climático), el mundo inició una reconfiguración del mapa geoeconómico.

Algunos llaman –friendshoring- al proceso por el cual el comercio y las inversiones internacionales se mantienen con intensidad en el planeta pero modifican su ámbito de acción primordial: se intensifica entre amigos o aliados y se debilita entre adversarios. Mientras el mundo vive una sustancial reforma tecnológica que cambia la manera en la que se encadenan entre los actores del sector privado la inversión, la generación de conocimiento productivo, los modelos de organización, la producción propiamente dicha, el trabajo y el comercio; a la vez los países activan incentivos para la integración más intensa entre los más cercanos y -en simultáneo- desincentivos por desconfianzas entre los más críticos.

Lo referido no es mera teoría: el comercio bilateral entre Estados Unidos y China sigue robusto pero está decreciendo este año casi 20% en relación al de 2022. Mientras, el comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea crece 5,5% en 2023 en relación al año anterior. Y el comercio de EEUU con México está elevándose en 3% en la comparación interanual. En tanto, el comercio entre EE.UU y el Reino Unido no se retrae y permanece en 2023 en los mismos niveles que en 2022. Pero, por su lado, el flujo comercial entre la Unión Europea y China decrece, mientras las exportaciones chinas a Rusia se incrementan más de 30% en el último mes (a la vez, las importaciones chinas desde Rusia suben 6%) y el comercio de China con Irán se eleva 5%.

La conclusión es: el comercio total entre los diversos países en el planeta sigue intenso (creció más de 10% en los últimos dos años, y -si bien en este año padece desaceleración- la previsión de la OMC es un alza de más de 3,5% en 2024) y sigue en niveles del 30% del producto bruto planetario; pero la intensidad de los vínculos se intensifica según el grado de cercanía política.

Enseña la Organización Mundial de Comercio que la estadística de acciones de los países relacionadas con cuestiones de seguridad nacional llegó en 2022 al récord: fue 37% mayor que el anterior récord, en 2017.

Esto se vincula con que mientras entre adversarios aparecen sanciones, restricciones y limitantes regulativos que mueven a las empresas a buscar escenarios menos congestionados; entre aliados emergen no solo acuerdos comerciales (hay ya 361 vigentes en el planeta y el número crece año a año) sino que las relaciones entre ellos son múltiples y sistémicas: inversión, acoplamiento tecnológico, generación de intensas arquitecturas vinculares entre empresas aliadas, comercio de bienes y servicios y creciente interacción horizontal (globalización digital interpersonal).

La nueva agenda comercial exterior argentina, así, se encuentra ante asuntos estratégicos más profundos que los meramente comerciales.

Fuente: Marcelo Elizondo – La Nación