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03/05/2022

COMMODITIES Y AUTOLIMITACIONES EN UNA ERA CRÍTICA A NIVEL GLOBAL

La Argentina necesita inversiones multimillonarias para poder aprovechar todo su potencial exportador; la falta de previsibilidad y los cambios abruptos en las reglas de juego no ayudan.




 

La guerra en Ucrania ha desatado un torbellino de cambios en los precios de commodities. Ya sea porque ellos no pueden exportar por sanciones o problemas logísticos o de producción, lo cierto es que los precios de las commodities han tenido fuertes sobresaltos.

Sabemos de la importancia del gas ruso, de la notable producción de trigo y girasol de esa zona, y no debemos olvidar muchos otras commodities. Por ejemplo son los principales productores mundiales de níquel, cobre y hierro, y tienen fuerte participación en neón, paladio y platino. El gas es un importante insumo para muchísimas industrias y los stocks de seguridad de varios países europeos ya eran bajos tanto por la pandemia como por temas de precios.

No pierde solo el sancionado, sino también quien sanciona

Las sanciones tienen fuertes efectos económicos. Varios países europeos dependen del gas ruso. Turquía y Egipto dependen del trigo que importan de Ucrania. El girasol o el maíz que no vendan Rusia o Ucrania al país X deberá ser abastecido de otras fuentes… a otro precio. Sí, sabemos que los faltantes hacen subir el precio. Pero además, por las sanciones, se produce un efecto llamado desviación de comercio, donde se compra en forma subóptima. Si hubiera sido más económico que China le comprara a Rusia, ya lo hubiera hecho desde hace años. El costo de esta desviación de comercio puede ser muy elevado.

Asimismo, las sanciones tienen un fenomenal costo sobre quien las impone. El –sacrificio- que hacen empresas que dejan de vender o comprar a Rusia es muy grande. No pierde solo el sancionado, sino también quien sanciona. El efecto es sobre personas y empresas y puede tener ramificaciones insospechadas, difícil de estimar a priori.

Con el gas se produce electricidad, calor y es esencial en muchas industrias. Por ejemplo, se producen fertilizantes y ante aumentos en el precio no sólo habrá problemas de costo para productores agrícolas sino que se reduce la producción de dióxido de carbono, esencial para procedimientos médicos o mantener alimentos frescos y es hasta es necesario para las burbujas de una gaseosa. Nunca deja de maravillarme la cantidad de efectos secundarios que tiene introducir cambios en cualquier cadena de producción. Ojalá los gobiernos lo entendieran.

Justamente esa dificultad de comprensión lleva a tomar medidas supuestamente paliativas respecto a precios, como son las retenciones o dificultades para exportar, sin considerar las ramificaciones de esas decisiones o que son contraproducentes.

La Argentina tiene gran potencial en energía, minería y una gran fortaleza en el sector agropecuario más varios otros sectores. Para crecer se necesitan gigantes inversiones que además llevan tiempo. Privarnos de exportar por el impacto en precios internos parte de una convicción muy cortoplacista y –creo- equivocada: se limita la producción, se afectan más aún los precios internos, no se logra complementación con el sector externo, hay menos empleo, hay menos recaudación impositiva, se produce déficit y se recurre a deuda y emisión que tienen más impacto en precios que la materia prima.

Aun cuando así no fuera, no se justifica impedir el trabajo de muchos con medidas de cierre de exportaciones o controles o retenciones que nunca serán efectivas para reducir los precios internos. Al fin y al cabo tenemos precios de alimentos y energía entre los más baratos del mundo y aún así son difíciles de pagar para la población. Lo que otros países consideran sanciones a Rusia y que afecta a sus propias empresas, son las medidas de política económica que aplicamos en la Argentina. Si en otros países se teme una suba de costos, es extraño que aquí se apliquen para luchar contra la inflación interna.

 

Fuente: Diana Mondino – La Nación